Felipe Pigna presentó "Manuel Belgrano. El hombre del Bicentenario"
Compromiso y rectitud son los valores que Pigna rescata de Manuel Belgrano, un prócer encasillado en un único rol: el de creador de la Bandera. Por qué el historiador lo presenta como un pensador y un hombre capaz de provocar ideas.
En “Manuel Belgrano. El hombre del Bicentenario” Felipe Pigna rescata la figura de prócer como protagonista de la lucha por la independencia argentina, hace eje en los valores de patriotismo y honestidad que rigieron su vida y expone sus ideas sobre propiedad de la tierra, igualdad de género, defensa del medio ambiente y de la educación que se reactualizan hoy, a doscientos años de su muerte.
En el libro, editado por Planeta, Pigna ofrece una mirada sobre la familia de Belgrano, sus estudios como abogado en Europa, donde abrevó en las ideas de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución francesa, el regreso a Buenos Aires y la designación al frente del Consulado español; su rol como militar, la puja con políticos de su tiempo a los que consideraba “partidarios de sí mismos” y su muerte en la más absoluta pobreza.
Autor de “La voz del gran jefe” y “Los mitos de la historia argentina”, Pigna incluye cartas de Belgrano en las que aparece su compromiso y rectitud, como cuando explica por qué rechaza los 40.000 pesos en oro -tres millones de dólares actuales, según Pigna- que la Asamblea del Año XIII le otorga por las victorias de Salta y Tucumán, y los destina a la construcción de cuatro escuelas.
“… Nada hay más despreciable para el hombre de bien, para el verdadero patriota que merece la confianza de sus conciudadanos en el manejo de los negocios públicos, que el dinero o las riquezas; que estas son un escollo de la virtud”, dice Belgrano en esa misiva, dentro de las muchas que incluyen en el libro que presentó Pigna en la Feria del Libro.
– ¿Por qué pensás que Belgrano fue olvidado o poco reconocido por la historia argentina?
– Creo que en esas maniobras clásicas de la historia liberal argentina a Belgrano se le cargó la especialización de creador de la Bandera y se lo encasilló en ese hecho que puede ser importante, pero no el más importante de su vida. Es una persona incómoda, porque ha denunciado cosas que quedaron inconclusas en el país como la no industrialización, el reparto desigual de la tierra, muchas cosas que siguen incomodando aún hoy en la Argentina.
– Belgrano fue un adelantado en cuanto a sus ideas y un hombre muy solidario con los demás, ¿de dónde le viene esta sensibilidad social?
– Viene de una familia donde existía un concepto muy importante de la caridad, porque sus tíos habían sido sacerdotes dedicados a la caridad, practicaban el cristianismo, una idea presente en toda su vida. Por otra parte, influye su llegada a Europa en un momento tan espectacular como cuando ocurre la Revolución francesa y cuando se da un debate sobre las nuevas ideas políticas y económicas en Salamanca, Valladolid y Madrid donde reside varios años, como lo dice en su autobiografía. Además, su rol como funcionario real al frente del Consulado lo hace estar atento a las novedades que le llegaban a través de la lectura de libros y de la prensa. Al irse metiendo cada vez más en una administración estatal deja en claro sus ideas a contracorriente de lo que quería la colonia. Sus ideas de libertad, reparto de tierra, educación femenina -algo completamente insólito en América- y de la educación como un elemento económico del país, son las que impulsaba Belgrano.
– ¿En ese momento esas ideas no fueron muy tenidas en cuenta?
– No. Algunas fueron concretadas como la Escuela Náutica para ir formando una escuela nacional de Marina Mercante, la escuela de dibujo técnico para promover la industria; el cuidado del medio ambiente, siendo el primero que habla del tema y advertir sobre las inundaciones causadas por la deforestación. A casi 200 años de su muerte sigue denunciando cosas que todavía pasan.
– Belgrano presenta ante el Congreso de Tucumán la propuesta de una monarquía constitucional incaica. Sabiendo que tenía más detractores que políticos que la apoyaban, ¿por qué pensás que lo hace?
– Hay una cosa muy desafiante en él, por eso la idea de un Belgrano blandito es una falsedad completa, al contrario, es altamente provocador. Lo del inca es definitivamente una provocación, sabe que no va a pasar nada, pero está llamando la atención en dos cuestiones. Una es que viene de Europa de una misión diplomática frustrada de la cual regresa antes de tiempo porque cree que es absurda, la de traer secuestrado al infante Francisco de Paula. Además, luego de la derrota de Napoleón hay una vuelta de la monarquía, un reforzamiento de la Santa Alianza, y por lo tanto dice: “Ya que está todo ‘monarquizado’ por qué no planteamos la monarquía constitucional con un inca a la cabeza”.
El sabía que era impracticable porque la persona que propone al frente de esa monarquía era Juan Bautista Túpac Amaru -hermano del líder rebelde que murió descuartizado- que está preso en Ceuta (Perú), algo imposible. Por supuesto, se burlan de él, pero en definitiva es una llamada de atención a lo que está pasando en ese Congreso donde se discute sobre una forma de gobierno, acerca del carácter rentístico del país, de todo, menos de la independencia, muy demorada.
– En el libro hay varias cartas, ¿cuáles considerás más relevantes?
– Son muy interesantes las de San Martín y Güemes y las de Rivadavia son tremendas. De ninguna manera acepta el reto que le hace Rivadavia por haber creado la Bandera, que se lo va a seguir reprochando hasta las últimas cartas y la incomprensión y la locura de ordenarle bajar y abandonar el norte, cosa que no hace y gracias a eso tenemos Tucumán, Salta, Jujuy. Si hubiera sido por Rivadavia nos quedábamos con la provincia de Buenos Aires y nada más. Una vez más demostró no ser ningún blando. Porque blando y la acusación de gay que se le hizo era lo que faltaba. Siempre digo que si hubiera sido gay no tendría problemas en contarlo, pero no lo fue. Y lo canallesco es que se recurre a esa afirmación cuando en un país machista eso es demoledor.
– ¿Cuándo surgió esa versión?
– Antes de los ’90, pero en esa década hubo una novela que lo ponía en un romance con su médico, el doctor Redhead, de quien era muy amigo y es el que le recomienda Güemes porque había vivido en Salta. Redhead es quien lo va a atender hasta último momento y con él le inventan una relación homosexual.
– Viniendo de una familia acomodada económicamente, Belgrano murió en la pobreza ¿fue el único político de su tiempo al que el Estado le terminó debiendo dinero?
– No, a San Martín también le sucedió, pero pudo cobrarlo. Rivadavia le suspende el pago de la pensión, la pasa muy mal y recién cuando llega Rosas en 1829 comienza los trámites para que se le pague lo que le deben; va a cobrar un interés retroactivo y sus últimos años van a ser muy prósperos. Pero también hay algo que no se dice y es que Rivadavia disuelve el Regimiento de Granaderos a Caballo para que no se tenga memoria de San Martín. Las mezquindades y miserias nacieron con el hombre y lo importante es que recordemos a Belgrano para saber quién es quien en la historia argentina, porque nos ayuda a entender lo difícil de pelear contra el enemigo español y también con el enemigo interno.